Rabat es una ciudad que todos sabemos ubicar en el mapa por ser la capital de Marruecos. Sin embargo, no todos la sitúan entre sus prioridades cuando piensan en un gran circuito por el país. Y es un error: esta ciudad tiene numerosos atractivos para todo tipo de turistas, entre ellos los viajeros del sector premium. Por eso, en estas líneas te mostramos todo lo que debes saber si quieres añadir este destino a tu hoja de ruta.
Rabat está bañada por el Océano Atlántico, ubicándose por tanto en la parte occidental del país, a medio camino de los destinos atlánticos más septentrionales (Tánger, Asilah) y los más meridionales (Essaouira, Agadir). Un hecho fundamental de su situación geográfica es su cercanía a la ciudad más poblada de Marruecos (Casablanca, 90 km), lo que la acerca al concepto de gran área metropolitana, pues de hecho la zona está inmersa desde hace años en un crecimiento urbanístico que ha alumbrado otras ciudades modernas del entorno, como Mohammedia.
Pero lo que verdaderamente es un área metropolitana es la unión de Rabat y Salé: estás dos ciudades están apenas separadas por el humilde río Bu Regreg, y prácticamente comparten el mismo ritmo de vida y los mismos servicios. Sumando la población de ambas, el número de habitantes supera el millón y medio.
Estas son las distancias que separan a Rabat del resto de grandes destinos turísticos de Marruecos:
Al tratarse de la capital, su red de comunicaciones es amplia y variada. Por supuesto, cuenta con un aeropuerto internacional (Rabat-Salé) cercano a la ciudad (7 km) que, si bien no tiene tanto tráfico y tantas rutas aéreas como el de Marrakech o el de Casablanca, sí resulta una opción a tener en cuenta para muchos viajeros. Aquí operan las compañías más importantes del país, como son Royal Air Maroc y Air Arabia Maroc, así como otras grandes aerolíneas internacionales (Air France) y alguna low cost, como Ryanair. Por ello, tiene conexiones con ciudades como París, Bruselas, Barcelona, Roma, Londres, Sevilla o Madrid.
Además, está bien integrada en la red de ferrocarril del país, no solo en lo que respecta a los trenes convencionales sino también a los de alta velocidad (Al Bouraq), que conecta Casablanca con Tánger, pasando por Rabat y por Kenitra. Por ello, esta es una opción interesante para quienes se quieran mover entre esas ciudades de una manera cómoda y rápida. Y para la movilidad interior, destaca también una moderna línea de tranvía, que conecta las dos ciudades del área metropolitana: Rabat y Salé.
Además, como es lógico, es un nodo importante en la red de líneas de autobús: aunque la variedad de destinos es mayor de esta manera, se trata de un servicio más lento y menos cómodo, aunque algunos autobuses alcanzan estándares altos de calidad. En cualquier caso, la opción más adecuada para un viaje privado es el vehículo, puesto que hasta aquí llegan algunas de las autopistas más importantes del país: la A1, que llega de la costa Atlántica sur (Casablanca, El Jadida, etc.), la A5, que llega de la costa Atlántica norte (Kenitra, Tánger) y la A2, que llega desde el centro y el este del país (Meknes, Fez, Oujda).
En cambio, pese a estar bañada por el océano Atlántico, no dispone de un gran puerto de pasajeros, como sí ocurre con otras ciudades marítimas marroquíes. A pesar de que en el siglo XX podían atracar aquí los barcos militares, lo que hoy existe es una pequeña y exclusiva Marina para embarcaciones privadas y deportivas en el río Bu Regreg, que comparte con la vecina Salé pues, de hecho, está en su orilla fluvial.
Como demuestran las evidencias arqueológicas en la zona de Chellah, los orígenes de Rabat son muy antiguos y se remontan varios siglos antes de Cristo: aquí había presencia de un reino mauritano con el que tuvieron relación los fenicios y los cartagineses, gracias a las posibilidades del río Bu Regreg. Además, el asentamiento llamado Sala en tiempos romanos llegó a ser un municipio con rango de colonia.
Tras la caída del Imperio Romano, la zona quedó bajo dominio bereber, quienes siguieron asumiendo un papel preponderante tras la conquista musulmana, no exenta de conflictos debido a la difusión de la doctrina herética jariyí en este territorio. Para luchar contra ello, los musulmanes ortodoxos levantaron un convento-fortaleza, conocido en lengua árabe como ribat, que tiempo después acabaría derivando en el nombre actual de la ciudad.
Este asentamiento experimentó un gran impulso en tiempos de los almohades en el siglo XII, cuyo imperio llegó hasta el otro lado del Estrecho de Gibraltar. De hecho, desde mediados de esa centuria, se realizaron importantes obras y ampliaciones por parte de Abd el-Mumen y Yacub al-Mansur, que barajaba la idea de convertirla en su capital.
En esa época se encuadran la transformación del convento en alcazaba (kasbah, origen de la actual Kasbah de los Udayas), las murallas de la ciudad y el proyecto de gran mezquita, del que solo se conserva la Torre Hassan. Pero a la muerte de ese soberano, la ciudad entró en decadencia y en tiempos de los meriníes, Rabat era poco más que una modesta villa amurallada.
Tuvieron que pasar más de cuatro siglos para que Rabat viviera un nuevo impulso: el que le imprimieron los moriscos expulsados de España durante el reinado de Felipe III (1609). Una de las actividades que más éxito reportó a sus habitantes fue la piratería, teniendo como centro de operaciones la Kasbah de los Udayas y sembrando el terror entre las naves de toda Europa durante cerca de dos siglos. Al comienzo, operaban de manera autónoma y posteriormente, con el beneplácito de la nueva dinastía alauita.
Sin embargo, la segunda mitad del siglo XVIII supone un nuevo periodo de declive, no solo por las disputas internas y los reveses desde el exterior (por parte de franceses, sobre todo), sino también por el gran terremoto de 1755 y su posterior tsunami, que modificó la configuración del estuario del Bu Regreg e inutilizó el puerto local.
El sultán Sidi Mohammed trató de devolver cierto esplendor a la ciudad construyendo una residencia real y, aunque no tuvo el éxito esperado con su empresa, dicha construcción acabó siendo el primer núcleo del actual Palacio Real y un factor importante para el establecimiento aquí de la capital del Protectorado Francés en 1912: lo usó como residencia el sultán alauita Moulay Yussef, así como su hijo Mohammed V, uno de los artífices de la independencia del país en 1956.
En torno a él se desarrolló la nueva ciudad administrativa de Rabat y hoy es la residencia oficial del rey de Marruecos.
Insertar Rabat como etapa de tu viaje por Marruecos es una decisión cargada de razones. A continuación te mostramos algunas que te convencerán y que convertirán a esta ciudad en una de tus favoritas del país:
Los atractivos turísticos de Rabat se distribuyen por dos grandes áreas (la medina histórica y los barrios más allá de la medina), a lo que hay que sumar la vecina ciudad de Salé, con espacios dignos de visitar por parte de quienes tienen más tiempo a su disposición.
Se trata del área rodeada por las murallas que construyó el almohade Yacub Al Mansur a finales del siglo XII, que siguen en pie en tres de sus lados. Aquí se encuentran los principales monumentos históricos de la ciudad, como por ejemplo:
Rabat es una de las ciudades donde mejor se aprecia la voluntad de ampliación y modernización de las antiguas ciudades marroquíes durante el siglo XX. Al tratarse de la capital del Protectorado Francés, vivió una gran renovación, y ese espíritu sigue todavía hoy con la construcción de infraestructuras vanguardistas, como puentes y rascacielos. Estos son algunos lugares de interés que hoy se pueden conocer más allá de la medina histórica, incluso en la periferia y alrededores:
En la actualidad, Salé forma parte del área metropolitana de Rabat, aunque no por ello ha renunciado a su carácter propio, que deriva en buena medida de una historia algo distinta a la de Rabat: fundada probablemente en el siglo XI, en el interior de su medina amurallada se desarrolló una importante actividad artesanal y comercial (pieles, lanas, alfombras), que la pusieron en contacto con potencias europeas y la dotaron de un gran refinamiento cultural, con madrasas y mezquitas ricamente decoradas. En el siglo XVII compartió con Rabat la protección y promoción de la actividad pirata, lo que le valió represalias en forma de bombardeos extranjeros. Tras el terremoto y posterior tsunami de 1755, Salé entró en seria decadencia y desde entonces quedó siempre a la sombra de Rabat, que creció en tiempos del Protectorado Francés. Hoy, no obstante, camina de la mano de la capital y comparte proyectos de desarrollo.
Como es lógico, Rabat es uno de los destinos turísticos más interesantes para los viajeros premium, pues cuenta con servicios exclusivos que no solo van dirigidos a los turistas sino también a la élite local. En la lista de propuestas se pueden citar espacios y actividades como las siguientes:
Restaurantes de lujo en Rabat:
Zonas de lujo en Rabat:
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