El término de Ciudades Imperiales nos da pistas de la grandiosidad de estas cuatro ciudades: Fez, Marrakech, Meknes y Rabat. Pero para darte verdaderamente cuenta de ello, tendrás que visitarlas a fondo, entrar en sus monumentos históricos, admirar sus construcciones majestuosas… y adentrarte en el bullicio de sus medinas rebosantes de vida. En esta sección conocerás todo lo necesario sobre ellas antes de tu viaje.
Las Ciudades Imperiales de Marruecos son cuatro: Fez, Marrakech, Meknes y Rabat. Y no han sido elegidas al azar: son las ciudades que, en algún momento de su historia, han sido capitales de los distintos sultanatos marroquíes que, con el tiempo, han dado lugar a lo que hoy conocemos como Reino de Marruecos.
Las cuatro Ciudades Imperiales se encuentran distantes entre sí, pero están bien conectadas mediante vías de comunicación y sistemas de transporte público y privado. Por ello, pueden protagonizar un auténtico circuito turístico y, de hecho, a menudo se promocionan como un ‘todo’, dado que todas ellas están declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Esto es así porque, además de su pasado como capital, tienen una serie de elementos comunes. La instalación de la Corte en ellas propició la construcción de estructuras defensivas de primer nivel, como kasbahs y una gran muralla alrededor de la medina. Además, las mezquitas y las madrasas o medersas (escuelas coránicas) también proliferaron en ellas.
Y por supuesto, en ninguna de ellas podía faltar el Palacio Real que acogiera la residencia del sultán y de su Corte, donde no solo destacaba la arquitectura del propio palacio y sus pabellones, sino también sus jardines, tan importantes en la cultura musulmana. Además, la presencia de visires y otras personalidades de prestigio favoreció la construcción de otros palacios monumentales en el centro histórico.
En cualquier caso, cada ciudad es diferente, y eso es lo verdaderamente interesante. Todas tienen elementos propios y reflejan el esplendor de las distintas épocas de la historia marroquí, de modo que con su visita el viajero logrará entender mejor el pasado y el presente del país.
Es por ello que, para descubrirlas, se recomienda dotarse de un guía que pueda explicar la historia de cada rincón y monumento, y que pueda dar acceso a los museos y espacios visitables más significativos.
Considerada la capital cultural y espiritual de Marruecos, también lo fue de manera política y económica en diferentes épocas del pasado, especialmente con las dinastías idrisí, meriní y wattásida. Su medina es una de las más grandes del mundo, con barrios llenos de personalidad y monumentos de enorme belleza, en un magnífico estado de conservación.
Conocida como la Ciudad Roja, fue capital en época almorávide, almohade y saadí, y hoy es la capital turística del país. Motivos no le faltan: sus plazas, mezquitas, palacios y jardines deslumbran por su belleza. Está muy bien dotada de museos y de servicios exclusivos para el viajero premium. Y desde ella se pueden realizar numerosas excursiones.
La más pequeña de las cuatro Ciudades Imperiales, fue la joya de la corona durante el sultanato alauita de Moulay Ismail. Muchas son las referencias a ese personaje, y muchos los monumentos que siguen hoy en pie, listos para ser admirados por los viajeros más interesados en la historia, el arte y la cultura popular.
Actual capital de Marruecos desde su independencia en 1956, su rol como principal centro administrativo y de poder se remonta a la época del Protectorado Francés. Desde entonces, es residencia real y se han construido imponentes monumentos ligados a la dinastía alauita, que se combinan con otros anteriores, como la Kasbah de los Udayas y la Torre Hassan.
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