El desierto del Sahara es la gran meta para muchas personas que viajan a Marruecos. Pero como ocurre en los grandes viajes, lo bonito no es solo la meta, sino también el recorrido para llegar hasta ella y para regresar de allí. Y eso es lo que tendrá en la mente el viajero cuando cruce las montañas del Atlas y se adentre en este vasto terreno salpicado de pequeños pueblos, oasis verdes, acantilados anaranjados, castillos ancestrales … y miles de sorpresas.
Independientemente de las divisiones administrativas del terreno, al sur del Atlas se pueden distinguir dos grandes zonas geográficas: el área presahariana y el desierto del Sahara propiamente dicho. Y son dos zonas que, por cierto, se complementan a la perfección en un viaje por carretera.
Con el nombre de ‘área presahariana’ se conoce al territorio que precede al desierto más puro y árido. Esta área presahariana comienza a los pies del Atlas, en su vertiente sur, y engloba algunos grandes valles, como el Dades y el Draa, así como otros pequeños valles secundarios y conectados con este.
Estos valles tienen su propia personalidad, pero también una serie de características comunes:
Estos valles son de paso obligatorio para quienes viajan al desierto desde el otro lado del Atlas. En los circuitos de carácter circular, permiten la inteligente opción de recorrer uno a la ida y otro a la vuelta, para que el grupo pueda conocer más lugares interesantes durante su viaje.
Cuando los mencionados valles avanzan hacia el sur, su cauce se va haciendo más escaso hasta llegar a desaparecer. Y con ello, desaparecen también los oasis, señal de que se ha llegado al Sahara más puro. Aquí, las ciudades menguan también en población y extensión, cediéndole el testigo a pueblos pequeños que, en algunos casos, solo son accesibles mediante pistas de arena.
Se trata, por tanto, de un terreno propicio para que las tradiciones más ancestrales se mantengan vivas y accesibles a quienes se acercan a conocerlas: ritmos musicales bereberes y subsaharianos, alfarería artesanal, el uso del dromedario como medio de transporte, etc.
Pero si hay un elemento que se relaciona con el desierto del Sahara en toda su esencia, esos son los ergs, es decir, los campos de dunas formados por arena fina, que el viento moldea a su antojo dando como resultado formas onduladas y regulares. En Marruecos, los tres grandes ergs son:
Y para que el viajero pueda experimentar en primera persona la sensación de pernoctar en pleno desierto, se han habilitado campamentos de jaimas tradicionales, que son las tiendas de lona de carácter semipermanente empleadas por los nómadas bereberes como su hogar.
Gran valle que se extiende entre el entorno de Tinghir al este y Ouarzazate al oeste. La presencia de kasbahs es aquí muy significativa, con decoración especialmente rica, pero también las formas caprichosas de los acantilados y cañones, con carreteras sinuosas y paredes codiciadas por escaladores. Es el que deberás recorrer para ir o volver de Merzouga.
Valle extenso que va desde Ouarzazate al norte hasta Zagora al sur, aproximadamente. Fue el más popular en la ruta caravanera entre Marrakech y Tombuctú, y es el que deberás coger para ir o volver de Zagora. Destaca la extensión de sus palmerales y las zonas de cultivo, pues es una de las zonas más fértiles de la región, especialmente en el entorno de Agdz.
Ksar o pueblo fortificado declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que ha sido plató de rodaje de importantes películas y series como Juego de Tronos. Hoy es visitado por numerosos turistas, deseosos de admirar uno de los mejores ejemplos de la arquitectura defensiva popular de la civilización bereber.
El campo de dunas más grande de Marruecos, en cuyo corazón se ubican campamentos de gran confort y exclusividad. El pueblo que le da nombre se ha convertido en un animado epicentro con numerosos servicios a los viajeros que buscan experiencias únicas y singulares.
Pequeña ciudad de origen militar en el siglo XX y que actualmente crece al ritmo del turismo internacional. Por ello, la variedad de servicios es cada vez mayor, incluyendo alojamientos y excursiones en 4×4. Algunas de ellas llevan hasta las dunas de Erg Chegaga, menos frecuentadas que las demás por su lejanía, lo que redobla su encanto.
Pueblo en el que apenas viven unas decenas de familias y donde no llega la carretera asfaltada. Eso da cuenta de su carácter aislado, justo lo que buscan muchos viajeros en busca de desconexión. También es un buen lugar para entablar relación con la población autóctona, que aún preserva modos de vida ancestrales.
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